arquitecturas para el común

Queridos vecinxs,…

Así empezaba un llamamiento que hacíamos a nuestros vecinos en la casa-proyecto, un refugio rural en el contexto de una comunidad autogestionada que hace veintidós años convirtió el final de una pista en un pequeño poblado habitado por gentes autodidactas y autónomas como pocas veces se ven en la ciudad.

Cuando llegamos a esta comunidad, nos interesó el hecho de que existiera un invernadero gigante, en el que en lugar de frutas y verduras lo que se invernaban eran comidas comunes después de las andechas y las sustiferias, techo para cuando llegaban grupos de gentes que no cabían en las casas del pueblo, o fiestas de la castaña, la sidra, el dios de la música o el del fuego.

Pero sólo lo disfrutamos un invierno, pues éste mismo, se vino abajo por el peso de una nevada que ninguno de los que vivimos allí aliviamos a tiempo. El espacio común se vino abajo, queda sólo un amasijo de hierros irrecuperable. Ante aquello, propusimos a los vecinos, hacer una llamada a propuestas: creímos que estaría bien abrirnos a propuestas de dentro del pueblo pero también de fuera, durante un periodo que decidiríamos, en el que también nos diera tiempo a organizarnos y asimilar lo sucedido, a limpiar. Para recibir mientras tanto propuestas de construcción, ideas, es decir, apoyos, ante una tarea ciertamente desoladora.

Quién sabe, pensábamos, si hiciéramos bien esta llamada, quizá recibiéramos algunas ideas buenas, baratas y bonitas, respetuosas con el contexto, con lo que el invernadero fue y con lo que queremos que siga siendo. Ver juntos todas las ideas que lleguen en ese plazo y decidir entre todos qué tiene sentido y qué no. Lo más inteligente sería además elegir lo mejor de cada una de ellas y luego decidir cómo seguir.

Aprovechando que estamos en un momento de efervescencia y crisis, y que hay gente en todas partes con ideas relacionadas con la construcción, lo común y el futuro del planeta y abriéndonos a nuevas posibilidades.

Recordábamos esos días la historia de La Carpa (Sevilla), una carpa reciclada de Ferrari (cero euros), que firmó el arquitecto Santi Cirugeda, y que se reconvirtió en un espacio de arte, en el que además viven nueve familias. Es un ejemplo de que no hace falta necesariamente una gran inversión. ¿Podrían aparecer este tipo de oportunidades haciendo una llamada a propuestas?

https://lacarpasevilla.wordpress.com/

Volaba aún más nuestra imaginación al pensar en construcciones comunales que son una mezcla de escuela, junta de buen gobierno, lugar ritual y casa del pueblo, como la «maloca»: un tipo de «cabaña» circular en la que se reúne toda la comunidad a aprender, cocinar, jugar, charlar, curarse, contar cuentos, conocer las leyendas sobre el origen de las plantas, los animales y las personas y aprender a cuidar y a cuidarse.

http://es.wikipedia.org/wiki/Maloca

​O una versión moderna (por si inspira):

http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Maloca.JPG

Cuando encontráramos una idea viable (o un conjunto de ellas), el siguiente paso sería hacerla realidad. En la medida que tenga un equilibrio entre lo que cuesta y lo que ofrece, conseguir el dinero, el tiempo y la fuerza de trabajo que haga falta debería ser un reto divertido y asumible. Y si es de verdad buena e ilusionante, debería arrastrar a más gente a participar.

Y… si no llegaran ideas buenas, o no llegaran a tiempo, o si ninguna nos gustase, siempre podemos construir un refugio con las fuerzas que haya.

Lo que construyamos finalmente (el continente) determinará en gran medida las actividades que haremos en él (el contenido).

No se, puede ser algo como una semilla: que empiece pequeño y vaya creciendo, o puede ser algo modular: que siempre pueda hacerse más grande y transformable, como dijo Bert.

Lo más importante en el caso de la materialización o la financiación es un requisito previo: tenemos que ilusionarnos cuantos más mejor, si queremos ilusionar a todos los que desde fuera puedan apoyar.

Pensamos que si compartimos todo lo que vayamos haciendo a quien quiera asomarse y nos damos el tiempo para incluir a otros y sus ideas lo peor que nos puede pasar es que aprendamos con el proceso, y aunque no las tengamos todas en cuenta, quizá nos valgan para proyectos futuros.

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Intentar involucrar a cuántos más mejor.

Creemos que en un momento tan especial se debería invitar a estar a todo el mundo, desde lo más obvio, a los que vemos el inver desde nuestras ventanas, hasta a los que han crecido o pueden crecer en él, los que lo han cuidado y trabajado en él hasta el último momento y los que lo construyeron. El estar todos, de una manera u otra, no debería ser un lastre sino enriquecedor.

Creemos que el «invernadero» ha de seguir siendo, en esta nueva etapa, un espacio del común, en los usos y en lo legal. Deberíamos decidir entre todos cómo garantizar ahora y en el futuro que el invernadero siga siendo la puerta al mundo de La Castañal y alrededores y al mismo tiempo tenga un futuro como espacio común, procomún, de todos, y de ninguno. Habría que pensar si es tan fácil como formar una asociación (la experiencia demuestra que no siempre es así).

Tenemos un ejemplo muy cercano de propiedad colectiva en sus diferentes vertientes: los montes comunales. Otro ejemplo más lejano es Christiania: desde el año 2002, el estado danés, en nombre de algunas empresas, intentando acabar con el desafío a la economía especulativa que suponía la existencia de ciudad libre de Christiania, obligó a sus habitantes a hacerse sus propietarios legales comprando el terreno donde estaban sus casas, bajo amenaza de desalojo. Tras un duro proceso de resistencia, en el año 2012 los vecinos, en lugar de comprar sus respectivas viviendas, respondieron haciendo un llamamiento internacional para financiar la compra colectiva y comunal del terreno, de manera que hoy día, somos miles y miles de personas en diferentes partes del mundo y por muy poco dinero las propietarias de este barrio-ciudad. En su momento nos pareció una fórmula muy inspiradora. Hoy en día la ciudad es sólo parcialmente gobernada, tiene ya 40 años de historia, y viven unas 850 personas.

http://es.wikipedia.org/wiki/Ciudad_libre_de_Christiania

El invernadero es el único espacio común y no sé para vosotros, pero para nosotros es central, una especie de Ayuntamiento o Casa del pueblo de la zona.

 

PD: Sobre qué es el crowdfunding: imagen de las tejas firmadas por donantes de las que hablamos, para la financiación de templos en Asia:

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